COSLADA - DAKAR

Simplemente por el título, merece la pena traerlo a este blog.

ESTUPEFACTOS se debieron de quedar los policías locales de Coslada (Madrid) cuando descubrieron quiénes eran los ocupantes de un coche que tenazmente perseguían en un rally nocturno por la cañada real de Medinas: tres niños de 13, 10 y 8 años que escapaban, conduciendo con presteza, en un potente BMW robado, a las tres de la madrugada.

Estupefacta se queda la sociedad española cuando indaga más allá de lo anecdótico del hecho. Los niños viven en un poblado gitano que tautológicamente se llama La Jungla. A partir de ahí no hay que ponerle mucha imaginación para escenificar un sórdido poblado chabolista, de esos que se describen muy sencillamente señalando que allí no entra la policía. Un poblado que, como todos los de su especie, se distingue por la venta de droga. Un poblado en el que la mayoría de sus habitantes no tienen oficio ni trabajo. En el que los niños no están escolarizados o al menos no más allá que en sus aspectos formales. Una favela española habitada por familias desestructuradas o tal vez por familias en las que la intervención de los servicios sociales es escasa, difícil y por veces inútil. Una población que no aparece en las grandes cifras.

Es muy cierto que el chabolismo que rodeaba las grandes ciudades ha decrecido de forma radical desde la década de los setenta; si bien hoy parece que se han estabilizado determinadas agrupaciones e incluso aumentado con la llegada de algunos emigrantes que ha desembocado en poblados de gambianos, marroquíes o rumanos¿ Pero siendo cierto ese descenso de poblados sin sol ni Dios, no es aceptable que en un país del primer mundo, ufano por sus conquistas sociales, convivan a pocos metros de distancia el día y la noche en una apacible aceptación de ese submundo existente tan cerca de nuestras casas y de nuestras rebajas.

De todo ello resulta la estupefacción de la sociedad, al ver que a tres niños, muy niños, exentos de responsabilidad penal pero acreedores de protección por parte de las autoridades, les espera la maldición de un inquietante futuro para el que se entrenan afanosamente -sin que nadie lo remedie- conviviendo con el robo, la conducción ilegal y temeraria y la desobediencia a la autoridad; en un frenesí en el que probablemente para muchos de sus iguales se hayan convertido en héroes por haber plantado cara a la policía como si fueran protagonistas de una película americana. De ahí a hacerles una canción o una película no queda más que el albur e imaginación de un buen guionista.
Vía: La Voz de Galicia

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